Ya os lo contamos cuando os presentamos esa aplicación impresionante llamada Kolobee. Una de las cosas que más nos gusta cuando visitamos una ciudad, aparte de encontrar un sitio especial donde comer, es enterarnos de sus leyendas, sus misterios, las anécdotas que sucedieron en sus calles a lo largo de la historia… Sucesos cotidianos curiosos que ocurren y que te descubren algo nuevo que no suelen contar los libros y que muchas veces ni los autóctonos conocen. Bueno pues de Florencia sí que hay varias anécdotas contadas por un libro que es del que os vamos a hablar hoy: El Paseo Florentino.

El Paseo Florentino es un libro modesto. Muy sencillo. Pequeño. Una maquetación muy simple y tosca -normal, si el libro es toscano- donde se va al grano. Te cuentan lo sucedido, te ponen una foto y se pasa a la siguiente. Sin florituras. Directo. Un mapa al final señalándote el lugar donde encontrar el episodio y ya está. Se acabó.

Pero a pesar de eso, creemos que es una de las guías más impresionantes que nunca se han hecho sobre la ciudad italiana. Simplemente porque gracias a El Paseo Florentino, no hacen falta guías para poder visitar los principales monumentos de la ciudad. El libro es como una especie de gymkana que te va trasladando de un sitio a otro de interés y durante el recorrido no vas a perderte ninguna de las cosas importantes que tienes que ver en Florencia. Pero es que encima te divertirás con la caminata y te engancharás a querer ver todas las historietas que recoge.

El librete es bastante barato, creo recordar que no llegaba a los 10 euros -joder qué buena memoria tengo, acabo de mirar la contraportada y aparece el precio, 9´30€-. Lo que es un poco más complicado es encontrarlo. Por dos razones: la primera porque no es una obra muy conocida y no está disponible en todas las librerías. Dimos con él al tercer o cuarto intento.

La segunda es por su nombre en italiano: Lo Strucio Fiorentino. Un nombre que no sé porqué me dio a mí por rebautizarlo como “El Stronzo Florentino” y cada vez que iba yo por ahí preguntando a los libreros si lo tenían en la tienda, se me quedaban mirando al principio con una cara tal que así    y después, al ver que era extranjero, empezaban a partirse de risa en mi cara tal que asá…  Aunque bueno, al menos el clima de tensión ante el choque de culturas, en ese momento, se disipaba, que era lo importante y las malas caras desaparecieron.

Stronzo significa estúpido, capullo, gilipollas, carajote… Y claro, a uno le es familiar por la típica frase italiana que se pronuncia con los dedos pegados agitando la mano hacia arriba: ¡Stroooonzo di meeerda! Total que el subconsciente es el subconsciente y como la palabra se parece bastante a la de Strucio, pues allá que iba yo repitiéndola por todas partes cuando iba preguntando a mis amigos los libreros…

Me imagino que más de una contestación sería algo como: “pues sí, tenemos un sólo ejemplar, acaba de entrar en la librería y lo tengo exactamente delante de mí…” Pero en fin spagnolo que no entiende, italiano que no insulta, así que finalmente, dimos con la librería que sí que lo tenía y comenzamos con nuestra exploración florentina tan especial que nos transportaba a mundos desconocidos.

El Paseo Florentino está escrito en italiano, pero también existe una versión traducida al inglés con el nombre Strolling Trough Florence. Nos pillamos ésta. No difieren en nada excepto el idioma. La librería donde pudimos encontrarlo se llamaba Le Feltrinelli Librerie. En la Via dei Cerretani, 30. Una de las que dan a la parte frontal del Duomo. Concretamente de las dos calles que salen al Batipserio, la de la izquierda mirando de frente la fachada principal de Santa María del Fiore. Pero vamos que en Amazon también lo tenéis disponible…

Tampoco os vamos a destrozar el libro, pero sí que os vamos a poner fotos de cosas que nos cuenta. No muchas, sólo alguna que otra, que además si no ponemos fotos, después no hay manera de que os leáis enteros los artículos, pero así también, de paso, os hacéis una buena idea de lo que os va a ir contando este El Paseo Florentino.

Por ejemplo descubriréis porqué a este busto, le colocaron sutilmente una cornamenta…

También qué tiene de especial este león y sobre todo su boca que se encuentra ubicado en uno de los laterales del Duomo.

Os descubrirá anécdotas ocultas sobre Miguel Ángel. Como que era incluso capaz de esculpir retratos en la pared, mientras se mantenía de espaldas a ella…

O que un único comentario despectivo del artista sobre una de las obras que se llevaban a cabo sobre la ciudad era capaz de detener por completo el proyecto… Cuando se mostró el término de la primera fase, llamó Caja de Grillos a la balaustrada que iba a rodear a la base de la imponente Cúpula de Brunelleschi que corona la impresionante Catedral de Florencia y que estaba llevando a cabo el arquitecto Baccio D’Agnolo. Le sentó tan mal al arquitecto que el simple comentario bastó para que lo abandonara por completo y no siguiera adelante. Y de hecho se mantiene así, inacabado, hasta nuestros días. Ioputa Buonarrotti…

Vamos a acabar el artículo transcribiendo por completo una de las entradas de El Paseo Florentino. La de La ventana que siempre está abierta.

“Dos palacios se erigen en la Piazza Santissima Annunziata. El de la derecha, cuando miramos a la Cúpula del Duomo que se puede ver asomando calle abajo en la Via de’ Servi, hoy es conocido como Palazzo Budini-Gattai, pero antiguamente tenía el nombre de Palazzo Grifoni, ya que ésta fue la familia que lo construyó y habitó durante varios siglos.

La última ventana en lo alto del segundo piso siempre tiene las persianas cerradas, pero con la particularidad de que su parte inferior está permanentemente abierta para que desde dentro de la habitación se puedan tener vistas a lo que ocurre en la plaza que se extiende debajo.

La leyenda cuenta que hace unos cuantos siglos una chica increíblemente guapa se casó con uno de los hijos de la Familia Grifoni. Se mudó a palacio con su marido del que se encontraba profundamente enamorada y éste le correspondía de igual manera. Sin embargo la felicidad de la pareja no estaba destinada a durar mucho, porque pocos meses más tarde, el joven Grifoni fue llamado a filas y a participar en la guerra junto a muchos de los otros nobles pertenecientes a las altas familias florentinas.

Llegó el triste día de la partida y la bella esposa lloró desconsoladamente mientras veía a través de su pequeña ventana cómo su marido se montaba en el caballo, ataviado con su armadura, portando el estandarte de la familia y partía rumbo al campo de batalla. A partir de ese momento, la solitaria esposa, pasaría las horas cosiendo y bordando pegada a la ventana desde la que podía ver todo lo que ocurría en la calle mientras esperaba la llegada de su joven pareja.

Los días pasaron pero no llegaba noticia alguna sobre él. Además las cosas no pintaban muy bien puesto que los comentarios de los mercaderes y peregrinos que llegaban a la ciudad no traían buenas nuevas sobre el transcurso de la guerra. Sin embargo, a pesar de todo, ella nunca se dio por vencida y mantuvo la esperanza día tras día, esperando pacientemente en su lugar situado junto a la ventana.

Los días se convirtieron en meses y los meses en años y la mujer, que ya no era tan joven, empezó poco a poco a aceptar su destino. Pero incluso a pesar de eso, seguía pasando gran parte del día sentada al lado de la ventana recordando los breves aunque buenos momentos que pasó junto al hombre que tanto amaba.

En sus últimos años, ya anciana, su pasatiempo preferido siguió consistiendo en observar el mundo que transcurría debajo de su ventana, donde podía ver a los niños jugando, a los mercaderes vendiendo sus artículos bajo los arcos de la plaza y a los campesinos que llegaban con sus carros al mercado. Sin embargo, en su memoria siempre permanecería el recuerdo de su joven caballero que partía hacia la guerra portando su estandarte…

Finalmente murió en esa misma habitación. Y cuando su cuerpo fue trasladado para llevarlo al cementerio y cerraron la ventana, ¡una serie de extraños sucesos empezaron a ocurrir! Los libros comenzaron a volar por la estancia, los muebles a moverse, las lamparas a encenderse y apagarse, los cuadros a caer al suelo ¡e incluso los colores que decoraban las paredes empezaron a cambiar de tonalidad! Los miembros de la familia huyeron presas del pánico con el suceso, claro; sin embargo en cuanto la ventana fue abierta de nuevo, la paz volvió a la habitación y desde entonces ha permanecido tal y como siempre tuvo que estar: lo suficientemente abierta para que sea posible tener vistas a lo que ocurre en la plaza que se extiende debajo…”