Iglesia de El Gesú: cuando Roma se eleva al cielo
Mira que hemos entrado en iglesias en nuestra vida. No a rezar precisamente, porque por aquí no es que seamos demasiado creyentes, y menos practicantes, pero sí que es verdad que cuando vemos una iglesia, algo nos atrae. Nos atrae a visitarla. Contemplarla por fuera. Cruzar esa puerta que cruje y que chirría. Y sobre todo una vez dentro a alzar la vista a ver con qué nos encontramos. Me imagino que sabéis exactamente a qué me refiero. A esa primera impresión que por lo general suele dejarte tocado hasta que poco a poco vas asimilando lo que tienes por delante y lo que estás viendo. Bueno, pues esa sensación tan especial nunca ha sido tan intensa como cuando la recibimos visitando la Iglesia de El Gesú de Roma.
Si sois lectores habituales del magazine ya habréis comprobado que esta obsesión por la arquitectura eclesiástica viene de lejos. Ya nos fuimos a Viana en Busca de la Tumba de César Borgia y también paseamos por las entrañas del templo gótico más grande del mundo, la Catedral de Santa María de la sede localizada en Sevilla. Bien, pues hasta hace bien poco, este incomparable santuario era para mí algo insuperable. Su magnificiencia, su grandeza, su tenebrismo, sus gigantescas proporciones, su buscada oscuridad…
Todo ello me descolocaba y creaba en mí ese escalofrío que comentábamos al principio. Creía que ninguna otra construcción religiosa podía igualarlo. Pues bien, en Roma me han tumbado esa idealización dos veces. Una un día y otra al siguiente. Una en el Vaticano. Otra en la Iglesia de El Gesú.
Del Vaticano seguramente sepáis bastante. De El Gesú probablemente menos. Así que centrémonos en esta iglesia y agarraros a la silla porque lo que os vamos a enseñar en fotografías va a ser bastante bastante espectacular. Vamos a empezar por fuera, por el exterior, y vamos a contaros un poco del porqué de su construcción y del porqué también esta Iglesia de El Gesú es tan importante artísticamente hablando desde el mismo momento en que empieza a construirse.
El Gesú lo construyen los jesuitas. La Orden decide erigir su primer templo y lo ubica en la plaza fuerte de la cristiandad y del peregrinaje católico, en Roma. Y claro está, tiene que ser una construcción acorde a la grandeza de la Orden y a la majestuosidad de la ciudad. Máxime por la gran afluencia de devotos jesuitas que acuden diariamente a la capital romana y que por tanto se dirigirán posteriormente a ésta su futura casa. Será San Ignacio de Loyola en persona, el fundador del movimiento jesuita, quien se encargue de poner en pie el proyecto desde cero.
Pero el caso es que hay un problema. Nos encontramos en tiempos convulsos para la Iglesia Cristiana. La reforma protestante de Lutero está teniendo un éxito inesperado en el norte de Europa y en los Estados Pontificios están empezando a acojonarse seriamente con el tema porque ven que la gente está empezando a reaccionar y peligra bastante el chollo que se han ido montando a lo largo de los siglos. Como PPSOE aquí en España, pero aún más a lo bestia. Y por lo tanto se decide hacer un gran concilio, el Concilio de Trento, para implantar unas nuevas bases de regeneración de la Iglesia antes de que todo se vaya al garete. La Contrarreforma: un buen lavado de cara.
Y una de las medidas que se toma es precisamente la sobriedad de los templos. La ocultación al mundo de la ostentación y riqueza y, en lo posible, hacer como que se lleva una vida sin muchos adornos ni con más de lo necesario para vivir y ejercer el culto. Una vida austera y contemplativa como pueden llevar los Franciscanos o Capuchinos hoy en día. Y eso en la Iglesia de el Gesú es algo que podemos observar de forma bastante clara en su fachada exterior. Sobria, sin llamar demasiado la atención, de colores grises y sin grandes ostentaciones como podrían ser grandes vidrieras, multitud de figuras en el pórtico o espectaculares campanarios. Jeje, cómo se nota que en este momento estamos aún en esos primeros años de El Concilio y los curas aún están bastante acojonados… Fijaos bien en el modelo porque a partir de ahora, esta portada será muy pero que muy imitada en la época barroca que es la que se avecina. De hecho la gran mayoría de iglesias de Roma de este movimiento son muy similares a ésta de El Gesú.
Pero qué pasa después; pues que en Roma ven como parece que se ha ido calmando el temporal, que éste ha sido capeado con más o menos éxito y que los privilegios papales y cardenalicios se han ido manteniendo. Y, fruto de la seguridad en sí mismos que volvieron a adquirir, pensaron: “¿Sí, no? Pues ahora os vais a enterar… ¿Cómo era eso del caldo y las dos tazas? Pues aquí igual pero con vino consagrado y hostias mediante para mojar. Vais a saber del poder de la iglesia con su verdadera Contrarreforma y vais a conocer una palabra llamada Barroco. Que como bien sabéis es la ostentación máxima, el dorado por bandera, las imágenes por toneladas y las decoraciones más profusas que podáis imaginar. Y todo eso es lo que guarda la Iglesia de El Gesú en su interior. La apoteosis máxima del Barroco de toda la cristiandad católica europea financiada por la increíblemente rica Orden de los Jesuitas.
Y lo cierto es que podría detenerme en muchos detalles interiores, como la técnica del engaño usada por Il Baciccia donde se confunden elementos arquitectónicos y pictóricos y no sabes qué es real o qué no lo es. O las capillas que flanquean a la nave principal y que están a cada cual más recargada. O que dentro se encuentra la tumba de San Ignacio de Loyola y que paradójicamente es superaustera y humilde, tanto que cualquiera puede pasar por encima de ella pisándola. Pero… casi que prefiero callarme ya y dejar de escribir para que os fijéis bien en las fotos que os traemos y que sintáis por vosotros mismos ese escalofrío impresionante que tanto nos empeñábamos en destacar durante los primeros párrafos del artículo.
¡Elevaos a los Cielos almas etéreas!
Seguro que iremos a visitarla en nuestro próximo viaje a Roma. Otra pequeña iglesia muy recomendable y no tan “famosa” es San Carlo alle Quattro Fontane (también llamada San Carlino), diseñada por Francesco Borromini. Una iglesia barroca en la que contrasta el dinamismo de la fachada exterior, con la sencillez de su interior. Seguid así BTB!!!
Pues nos la apuntamos Conchita, claro que sí!! Así nos vemos obligados a ir de nuevo… aunque hace falta en realidad alguna excusa para volver a Roma?
Gracias por comentar!