Marqués de Riscal y Laguardia: joyas de La Rioja Alavesa
No lo han hecho nada mal los amigos de Marqués de Riscal no para diferenciarse de las múltiples bodegas que inundan la zona de La Rioja y La Rioja Alavesa… Tomando como modelo el boom del turismo enológico de California, Marqués de Riscal decidió “imponerse” al resto ofreciendo un proyecto de hotel singular más la producción vinícola en sí. Una oferta que no difiere en mucho del resto de bodegas localizadas en la zona sino fuera por el, a estas alturas, conocidísimo edificio de Frank Gehry. Espectacular siempre, eh, todo hay que decirlo. En fotos y al natural.
Porque sin duda fue en eso en lo que acertaron de pleno, en la elección del arquitecto y sobre todo en la confianza absoluta al proyecto que le presentó Ghery -debido a su complejidad final, no creemos que difiriera mucho de la concepción inicial-. Muy de alabar tal riesgo, aunque bueno, quizás no lo fuera tanto después de haber visto y comprobado el megaéxito del Guggenheim bilbaino y la repercusión mundial que éste tuvo. Así que, como decimos, en Marqués de Riscal lo vieron claro: “nos vamos a gastar una pasta acojonante, pero eso sí, vamos a ser la joya de la corona de toda La Rioja Alavesa y nuestra Ciudad del Vino se va a llevar a los visitantes de calle.”
Y así es. Éxito rotundo. Un hotelazo vanguardista de máximo lujo, con una bodega excelente por supuesto, que no para de recibir galardones turísticos y gastronómicos. El último el ser ganador de los Premios Fodor´s 2014. Y ojo, que el vino también se lleva los suyos. No se queda atrás.
Como podéis ver en las fotos cualquier intento de describir esa amalgama de formas, curvas, colores de la uva y retorceduras es pura quimera. Sólo decir que al natural es llamativo como él solo, y aunque menor siempre en tamaño de lo que te esperas, lo cierto es que contemplarlo no te defrauda en absoluto.
Contemplarlo por fuera claro, que los precios para pernoctar en él son bastante prohibitivos y Be There Before aún no tiene el poder mediático para poder permitírselos -¡compartid, malditos!. Como mucho nos dio para un par de botellas de recuerdo, tinto y blanco, de los más baratillos además, pero que eso sí, reconocemos que estaban bastante buenos. En particular, para mi gusto, el blanco. Lo malo es que la tienda se encuentra fuera de las dependencias del hotel (lo más normal del mundo por otra parte para que no se inunde aquello de turistas en pantalón corto, calcetines blancos y gorra de publicidad) y en fin: ¡qué nos quedamos con las ganas de verlo por dentro!
Lo que no hay ningún tipo de problema es en recorrer las instalaciones generales y los alrededores y así lo que sí que pudimos observar es una magnífica vista desde la que contemplar el bello pueblo de Elciego, el municipio donde se encuentra situada la Ciudad del Vino de Marqués de Riscal. Una mezcla tan particular de vanguardia contrapuesta a la arquitectura tradicional de la región que nos regala postales muy interesantes. Aunque para interesante, la conversación que pudimos escuchar entre uno de los huéspedes americanos y un amable trabajador del hotel. Éste le hacía especial ahínco en que se animara a visitar uno de los pueblos colindantes de la zona: Laguardia. Un antiguo enclave fortificado que según pudimos intuir gracias a nuestro excelente inglés de nivel C2 (jaja, ¿cuela?) mantenía un nivel de conservación sólo superado por el de su encanto. Así que una vez terminada la visita, decidimos hacer caso a “nuestro atento amigo” y encaminar las ruedas de nuestro coche hacia la próxima parada: Laguardia.
Y nos encontramos con una maravilla anclada en el tiempo. Una bicoca inesperada de las que muy pocas veces aparecen de repente y que disfrutas el triple porque además no tenías ni idea de que ese pueblo existía. Una joya medieval conservada de forma infinitamente brillante y que, exceptuando alguna calle, tiene limitado el acceso de los vehículos. Por lo que la paz, el silencio y lo agradable del descubrimiento se multiplica por 1000. Románico a raudales, calles estrechas, construcción en piedra por todos lados, fortificación circundante, entrada al casco por puertas de muralla, jardines cuidados y enredaderas que trepan por las fachadas consiguiendo un contraste de colores albero y verde casi tan atractivo como en la fachada Marqués de Riscal…
Y además con buena gastronomía de la zona. Paramos por casualidad en uno de los restaurantes de la calle -suponemos- principal. La que baja desde la Iglesia a la Plaza del Consistorio y observamos como unas chicas que poseían un negocio de abalorios elegían ese sitio en concreto. Así que siguiendo el universal consejo cervantino, hicimos lo que viéramos allí donde fuéramos y para adentro. Papas a la Riojana, Escalopines al Cabrales, Flan Casero con Nata, Pan de Hogaza y un buen Vino Tinto de la Tierra.
Bufff… ¿existe mejor forma que ésta para acabar la visita y el artículo?
Excelente página, excelente idea. Magníficas fotos.
Interesante articulo. Tomo nota para mis proximas vacaciones