
Klondike: la fiebre del oro de Alaska y Canadá
Nos gustan las series. Nos encantan. Mucho más con el nivel de producción que están adquiriendo últimamente y la calidad de sus guiones. Es lo que me contó un colega hace ya tiempo, para qué construir personajes para una peli de 120 minutos si en una serie los puedes cimentar en 1200… Pues sí. Anda que no tenía razón el tío. Pues nos gusta, nos gusta que nos trasladen a sitios místicos y nos cuenten historias del pasado. Pasado real. Como ésta de la que os hablamos hoy: Klondike. La que nos narra la exagerada Fiebre del Oro que tuvo lugar a final del S.XIX en los territorios más inhóspitos de Alaska y Canadá a los que llegaron personas de todas partes del mundo.
No sé si habéis oído hablar antes de la zona. La de Klondike atravesada por el Río Yukón… si no es así, muy mal. Se nota que pocos cómics del Pato Donald leísteis de pequeño. Pues para que aprendáis una cosa nueva, en el Yukón fue donde el Tío Gilito amasó su primer millón de dólares. Gracias a la compañía de su moneda de 10 centavos de la suerte y a la gran cantidad de oro que poblaba la zona.
Un área inhóspita a la que para acceder había que atravesar una cadena montañosa con un paso infernal repleto de nieve y aludes que pasaban sin llamar. Una vez atravesado el paso, remontar un río, salvajemente caudaloso con osos grizzlies y lobos en sus orillas. Y una vez llegado a destino, empezar una nueva vida en una de las ciudades afloradas al calor del amarillo dorado.
Como Dawson City, localización de la serie y donde si en el Oeste no había ley, aquí por no haber no hay ni siquiera los 10 Mandamientos de Dios, y sí muchos pecados capitales. La avaricia, la envidia, el aprovecharse de las ilusiones de personas venidas desde miles de kilómetros poniendo sus últimas esperanzas en conseguir una oportunidad para llevar una vida decente… todo eso es Klondike. Y todo eso ocurre en Dawson City.
La serie es buena. Y además es corta. Son tres episodios de una hora y pico, suficientes para enterarte de qué pasó allí y de cómo lo pasaron los intrépidos valientes que se aventuraron a lo desconocido. Y también para conocer muchas cosas de este singular episodio histórico. La primera, la fugacidad de los filones y de las vidas útiles de estas ciudades de desenfreno y lujuria florecidas en torno a ellos. La segunda, el nivel de salvajismo que en éstas imperaba: pobreza extrema, condiciones infrahumanas, humillaciones continuas, peligro de muerte a cada esquina… Aunque eso sí, grandes fortunas si tenías suerte o peor aún, si además de la buena, tenías la mala, entonces enormes riquezas que te eran arrebatadas. Porque en estas áreas alejadas de la mano de Dios, tu vida costaba lo que vale una pepita de oro. Literalmente…
Sí que nos llamó la atención algo que en realidad es básico, pero en lo que seguramente poca gente cae. En Klondike, más que el oro como fuente de fortuna, el verdadero negocio se basaba en dos pilares:
Uno, el archiconocido juego de la especulación. No sólo en la compraventa de vetas de oro y terrenos que pasan de mano en mano como si nada. También en los solares y edificios existentes en la ciudad, que subirán enormemente en precio si la economía de la zona (recursos de oro y su explotación) va creciendo paulatinamente con los años -¿nos suena de algo, verdad? Ladrillo divino tesoro (el de Gollum)-.
Segundo pilar: la importancia de la madera. En aquella época muchísimo más valioso que cualquier yacimiento de oro era tener acceso sobre el recurso de la madera. Fácil, a -30º grados a ver quién es el guapo que sobrevive sin una fogatita…
Pues si además de a todo esto que os hemos contado se le une también el sentimiento propio de los nativos norteamericanos que poblaban la zona; ya sabéis, indios que consideran sagradas e inviolables sus tierras porque en ellas moran los dioses ancestrales y de las que únicamente permiten que el hombre use los mínimos recursos naturales para la básica supervivencia… Pues imaginad “el estado de ánimo” de estos pobladores que de repente ven como los hombres blancos destrozan por completo sus paisajes con una actividad tan invasiva y destructiva como es la búsqueda de oro.
Bien, pues todo mezclado da como resultado Klondike. Una pedazo de serie para entender bien La Quimera del Oro de Alaska y que por supuesto desde aquí recomendamos encarecidamente. Recordad que además son sólo tres capítulos. Eso se ve en una sola noche de invierno al calor de una chimenea. Como esas típicas de Klondike… ¡Más madera!