Una visita detallada al Museo del Prado de Madrid
El Museo del Prado siempre ha sido un lugar muy especial para mí. Recuerdo la primera vez que entré en él, era un enano y obviamente, no tenía ni idea de lo que realmente estaba viendo. Sí lo típico, Las Meninas y poco más, que de hecho estaba en un habitáculo distinto a la gran sala principal de Velázquez donde se encuentra ahora. Recuerdo que estaba en una sala menor, creo exclusiva para ella, y que te daba una sensación de mayor inmersión en el cuadro porque llegaba prácticamente desde el techo al suelo, por lo que la perspectiva aérea, digamos que te absorbía muchísimo más y te daba mayor sensación aún de pertenecer al cuadro y ser parte de la escena.
Bueno ése es el recuerdo que tengo, en realidad bastante difuso, porque ya os digo, era un crío de quizás 9 ó 10 años, e igual me lo estoy inventado. El caso es que alguna vez posterior he preguntado a alguno de los trabajadores más veteranos y me comentaron que a ellos también les sonaba esa sala especial exclusiva de las Meninas. Lo que sí que recuerdo claramente es que en aquella primera visita, en el Casón del Buen Retiro, parte del Museo del Prado en aquella época, se encontraba el Guernica y aquello sí que me dejó absolutamente impactado y con el culo roto. Jamás pensé que sería tan gigantesco. Potenciado además, por ser un mico de apenas metro veinte -imagino- por aquel entonces, que se quedó maravillado por todo el espectáculo que suponía ese gran edificio lleno de cuadros y que no dejaba de mirar hacia atrás mientras bajaba las escaleras de la Puerta de Goya cuando se estaba marchando.
Lo cierto es que desde aquel momento el Prado me enamoró, sobre todo en mi segunda visita, ya bastante más crecidito y con bastante más batalleo y conocimiento a mis espaldas… Recuerdo que en esa ocasión, ya era capaz de reconocer muchísimas obras, bastantes estilos y escuelas y sobre todo sentir la sensación de que estaba contemplando en vivo casi la totalidad de mi libro de Historia del Arte de tercero de BUP. Prácticamente todas las obras pictóricas que me habían encandilado en esa bellísima -y valiosísima- asignatura estaban allí, delante mía, y los escalofríos y mis caras de asombro y alegría al doblar esquinas y atravesar puertas sala tras sala, y verlas a todas allí delante mía, a 15 centímetros de mis ojos, daban prueba de ello. Se trataba de la primera de las dos veces que viví en Madrid, donde me fui a buscarme la vida, por aquel entonces en aquello de la publi, y desde ese momento, el Museo del Prado, se convirtió en mi refugio particular dentro de la cruel y cabronaza ciudad que es Madrid a la que siempre odiarás tanto como la quieres -creo que todos los que hayáis disfrutado/sufrido realmente de ella sabéis exactamente del síndrome de Estocolmo del que hablo–
Además es que el entorno donde está ubicado es insuperablemente bello. El propio edificio de Villanueva, El Hotel Ritz al lado, La RAE enfrente, Los Jerónimos a continuación, los jardines que dan verde al terraplén, el Botánico, y si andamos un poco, el Casón y enfrente el Parterre del Retiro. Brutal… Por cierto, consejo a chumachos ligones: en vuestras primeras citas con quien vayáis quedando, pasead por allí y haced ese camino para acabar tumbados en el césped del parque. Muchos puntos ganados desde la casilla de salida. Os lo digo yo…
El caso es que siempre que necesitaba un respiro, el abstraerme, el encontrarme conmigo mismo, el ilusionarme de nuevo y coger fuerzas, me hacía una visita al Museo. Mi recorrido habitual viendo a Fra Angelico, Van der Weyden, Brueghel el Viejo, Patinir, Bosco, Rafael, Rubens, Veronés, Tintoretto, Tiziano, Velázquez, Murillo y las pinturas negras de Goya. Exactamente a estos, tenía que verlos, y curiosamente, me doy cuenta que en este preciso orden. Qué curioso… Por cierto, no sabéis lo que se agradece que los que estén pasando por situación de desempleo tengan acceso gratuito a la colección… yo ya os digo, en cuanto me tocaba de nuevo sufrir el paro, paseíto por el Museo y a volver contento de nuevo a casa. Jaja, fueron tantas las veces que pasé por aquello que yo creo que ya los vigilantes de sala, sobre todo los de las salas flamencas, debían de pensar, “mira ya está aquí de nuevo Javi Ponce… qué tío más malo, sí que le cuesta conservar un trabajo.”
En este artículo -que ya avisamos que va a ser largo- os vamos a aconsejar documentales, webs y varios libros para que disfrutéis de vuestra visita al Museo del Prado a un 200%. Además os mostraremos una selección de cuáles para Be There Before son las pinturas que más nos gustan/impresionan de las que allí se exponen, más una sorpresa final de un intento de experiencia personal/laboral en relación con el museo, que os nombramos ahora a modo de gancho para que la intriga os invada el subconsciente y lleguéis hasta el final del artículo.
Vamos a meternos en faena. En primer lugar el que sin lugar a dudas es el documental de mayor calidad de todos los que se han filmado sobre el museo: La Pasión del Prado. Fue una producción conjunta del museo y TVE donde se nos muestran 400 pinturas de la colección con una calidad de grabación 4k. Coincidió que lo sacaron por las navidades de hace un par de años, así que regalazo de Reyes que fue directo de la joroba del camello de Baltasar a mi reproductor de blu-ray. ¡Lujazo! Estuvo colgado en su momento en youtube en HD, pero obviamente duró poco. Pero vamos es muy fácil encontrarlo en amazon, fnac y similares y a un precio bastante accesible. Merece la pena comprarlo. Directamente hipnotiza. 5 stars!
El Maestro del Prado, de Javier Sierra. Una novela/thriller al estilo de las que escribe Dan Brown que se centra en misterios que van aconteciendo en torno a las obras más conocidas del museo y que nos desvela detalles ocultos presentes en los cuadros que en un principio nos han pasado desapercibidos a todos. Ideal si conoces la disposición de las salas y más o menos las pinturas que hay en cada una de ellas porque literalmente paseas por el edificio mientras vas leyendo. Mola, es recomendable y se lee de un tirón. Lectura muy fácil, amena y entretenida. ¿Qué hay de ficción y de verdad en todo lo que cuenta? Bueno, eso que cada uno opine cuando lo haya leído, jejeje.
¡Un cómic! Una de las aventuras cortas de Superlópez que complementa a uno de sus álbumes: El Fantasma del Museo del Prado. Se publicó más o menos cuando se llevó a cabo la restauración “polémica” de El Caballero de la Mano en el Pecho de El Greco en la que salió a relucir el fondo grisáceo original perdiendo ese carácter enigmático que desprendía anteriormente donde la figura literalmente se fundía con el fondo negro zaíno. Bien, pues Jan aprovechó para hacer una historieta donde según nos cuenta, cumple su mayor ilusión: sustituir en el cuadro a tan hierático caballero y convertirse en habitante permanente del museo. La misión de Superlópez, que el hombre de la mano perennemente extendida vuelva a su sitio original…
Está bien. Aparecen paisajes de Madrid, se recorre el museo y salen varias obras representativas pintadas al estilo del dibujo de Jan. Obviamente no es ni El Señor de los Chupetes, ni La Caja de Pandora, ni Viaje al Centro de la Tierra (la Santa Trinidad del autor), pero está guay y es muy curioso. Buscadlo y echadle un ojo. En esta página recogen todas las pinturas que aparecen en la aventura y se ve el curro que el dibujante se pegó para hacerla.
Por supuesto La Guía del Prado. Análisis y explicación de las obras más importantes de toda la colección que habitualmente están expuestas en las galerías. Un trabajazo espectacular que os dará horas y horas de lectura sobre los tesoros que tenemos tan cerca y que tanto desconocemos. Además la van renovando de vez en cuando actualizando información. Sale por unos 19 euros, pero os vamos a contar un truco para que os salga bastante mejor de precio… Normalmente cuando hay una gran exposición fuera de la colección permanente, al sacar la entrada por internet te dan la opción de por un poco más del precio habitual, hacerte con un ejemplar de la guía. Nosotros, coincidiendo con la Expo sobre El Bosco -vaya vacilada de exposición que se ha marcado el museo por cierto, vaya cosa increíble- nos la compramos y nos salió a mitad de precio, 9 euros. Así que ya sabéis, aprovechad este tipo de oportunidades que además sin duda no podréis adquirir mejor recuerdo que éste.
Y cómo decíamos vaya superreunión de obras de El Bosco que ha logrado reunir el comisariado del museo, con Pilar Silva a la cabeza, con motivo del 500 aniversario de la muerte del pintor flamenco. Lamentablemente ya le queda poco, el 11 de septiembre se clausura… ah! pues no, la han prorrogado hasta EL DÍA 25, más tiempo para verla, así que si aún no la habéis disfrutado, CORRED INSENSATOS y no dejéis pasar la oportunidad porque es 100% seguro que no se volverá a reunir nunca más algo así.
También para esto tenemos recomendaciones para haceros, 4.
La primera de ellas, otra novela: El Infierno de El Bosco, de Antonio Jesús Rubio Muñoz. De nuevo un thriller ambientando en las calles de Madrid donde, coincidiendo con estos 500 años de la muerte, comienzan a ocurrir asesinatos que se basan en pinturas del pintor flamenco con especial énfasis en El Jardín de las Delicias. Un asesino en serie se toma la justicia a la flamenca, perdón a la tremenda, y comienza a liarla en gordo. Para tratar de evitarlo aparecerá su némesis, un inspector de policía encargado del caso que recibe la ayuda de su hija para intentar resolverlo a través de las pistas que los propios cuadros encierran y que la novela nos descubre. Está bien el libro, entretenido, se lee de un tirón y si conoces Madrid, lo disfrutas el triple porque localizas muy fácilmente cada acción en el escenario donde ocurre. Está recién publicado y lo podéis encontrar en amazon e incluso disfrutarlo en amazon kindle unlimited si estáis suscritos.
La segunda: La obra completa de El Bosco de Taschen. Para mí de momento de todos los que tengo y he visto, el mejor de los volúmenes editado por la compañía -que ya es decir-. Publicado también con motivo del V Centenario y de la exposición, el libro es alucinante. Calidad de imágenes, gramaje de papel, textos interesantísimos, y un tamaño espectacular. Como espectacular es el desplegable del EL Jardín de las Delicias de 110 cm de anchura que incluye. Además viene empaquetado en un maletín de cartón bastante resultón. Cuesta una pasta eso sí, 100 eurazos, pero si estáis atentos a la página de la editorial, normalmente dos veces al año hacen rebajas y saldos donde podéis haceros con muchos libros con unos descuentos brutales porque el artículo tiene algún defectillo imperceptible. Ha sido mi caso, donde en verano lo conseguí justo por la mitad de precio.
La tercera, otro documental: “El Bosco. El jardín de los sueños“. De nuevo otra producción del Museo y TVE rodado en 4k centrado en el delicioso cuadro. Varias personalidades de las artes exponen sus propias sensaciones y comentarios acerca de la obra. Maravilloso y muy recomendable, además recién estrenado a principios de verano visitando muchos cines del país durante algún tiempo. Hoy lo podéis encontrar en bluray fácilmente. Aquí el trailer.
Y la cuarta: esta magnífica web que hemos encontrado y que una vez más se trata de un proyecto puesto en pie por la efeméride de la muerte del pintor. Es un increíble análisis al más mínimo detalle de la que probablemente es la obra más misteriosa jamás pintada: El Jardín de las Delicias. Una pasada de web llena de explicaciones para leer y escuchar de cada una de las zonas de la pintura, contextualizada con música y efectos sonoros. El único problema es que está en inglés, pero tenéis la posibilidad de elegir que a la vez que el narrador hable os aparezca el texto en pantalla. Esto os ayudará a entenderlo todo si andáis un poco duros de listening y así de paso podréis practicar el idioma que nunca viene mal. Ya os decimos, una auténtica pasada de página que sin duda se encuentra en nuestro Top 3 de descubrimientos de este año. Aquí el enlace.
Aunque la propia web de El Museo del Prado no tiene nada que envidiarle a ésta que os acabamos de poner… porque lo cierto es que se han volcado con material acerca de la exposición y han colgado muchísimos vídeos y artículos interesantísimos. Una auténtica joyaza la web del museo en general que contiene material de valor incalculable de todas las grandes pinturas de la colección. No sólo imágenes a alta resolución de cada cuadro, sino también unas descripciones muy completas de cada uno -bastantes más amplias que las de la Guía Oficial-. En definitiva, una superweb para que puedas disfrutar desde tu casa todo lo que quieras de un museo inigualable en todo el mundo.
De hecho no nos importaría en absoluto trabajar para crear contenido para esta página, bueno, de hecho ya lo intentamos en su momento. Y lo hicimos de una manera un tanto especial: currándonos un curriculum que al hacerlo llegar a las dependencias administrativas de la institución nos regaló una anécdota cuanto menos curiosa. Os la contamos…
Pues el caso es que estaba buscando trabajo de nuevo en Madrid para una segunda temporada por allí y tenía muy claro que quería bajarme del barco de la publicidad como actividad laboral. Así que pensando dónde podía intentarlo, enseguida me vino a la cabeza el trabajar en un museo o, en su defecto, en una empresa que se dedicara a crear contenidos culturales para exposiciones museísticas, pabellones de ferias internacionales, etc, etc… Y claro, puestos a atacar pues ataqué a lo máximo: al Museo del Prado. Y también ya puestos, pues a las esferas más altas. Mandé el curriculum ni más ni menos que al subirector del museo, por aquel entonces Gabrielle Finaldi quien, si no tengo mal entendido, hoy es el máximo encargado de la National Gallery de Londres. Ahí es nada…
Así que si se hacía algo, había que hacerlo a lo grande, y así se intentó. Preparé un envío donde, envuelto en papel de estraza y atado con cuerda de esparto, un cofre de apariencia antigua contendría mi carta de presentación. Por fuera una etiqueta rezaba “A veces la mejor ayuda procede del pasado…” y al abrirlo, Finaldi se encontraría con un sobre lacrado con mis iniciales, un reloj de cuerda de finales del Siglo XIX, que pendía de la tapa del pequeño baúl y una segunda cajita con un obsequio muestra de mi voluntad como explorador-investigador decimonónico para que éste pasara a formar parte de los archivos internos de la institución.
Al abrir el sobre y tras ver mi retrato como lord inglés victoriano, el subdirector del Museo del Prado podría leer mi experiencia laboral junto a algún que otro guiño textual adaptado al contexto como por ejemplo: “sírvase a bien utilizar la moneda que incluyo, montante suficiente para hacerme llegar un telegrama (mi email) o realizar una conferencia con ese nuevo invento al que llaman teléfono (mí número)”.
Lo cierto es que me lo curré bastante -junto a la ayuda de mis colegas Fernando y Jorge, desde aquí mis gracias de nuevo- y además cada una de las piezas que componían el paquete las fui adquiriendo aprovechando viajes que iba haciendo por ahí. Si bien el cofre y el cofrecito eran de una excursión que me había pegado al chino de la esquina, el sello para el lacre lo compré en Florencia, al igual que la tablilla del Cristo que la adquirí en la tienda de souvenirs de la Iglesia de la Santa Croce también de la capital toscana. O aún más allá, como la moneda imitación de las de la época que me la traje de recuerdo del Tíbet, al igual que el reloj colgante que también se compró en los mercadillos ambulantes de Lhasa. La verdad es que sí, que aunque me lo pasé superbien llevando a cabo la idea, tuvo su trabajito el intento de pasar a formar parte de la plantilla del gabinete de comunicación del Museo del Prado…
Lo mejor fue cuando justo al día siguiente de hacer el envío, recibo una llamada al móvil desde Madrid… Estaba yo en la farmacia y de repente me suena el teléfono:
-Sí, dígame
-¿Javier Ponce? Mire le llamo del Museo del Prado -Yo, nervioso, contento, ilusionado y extrañado a la vez- Mire usted le llamo desde el departamento de seguridad del museo… este paquete que nos ha mandado… ¿ESTO QUÉ ÉS?
Mi cara:
Total que ya le expliqué que se trataba de un curriculum un tanto especial, dirigido al señor Finaldi, que todo estaba en orden y que no se pensaran nada raro. Ellos ya se relajaron y me comentaban que claro que al ser una institución pública tienen que estar muy alerta, que no están acostumbrados a este tipo de cosas -je, no me extraña-, bla bla bla. Total que muy amable finalmente y que no me preocupara que se lo harían llegar al departamento correspondiente y al señor subdirector…
Y bueno la verdad es que no valió para mucho, porque lo cierto es que una vez visto en retrospectiva planteé la aventura bastante mal desde el principio porque todo el que entra a trabajar allí lo hace por conseguir la plaza pública o por ser fichado siendo un verdadero fuera de serie, así que bueno, me pudo más la creatividad, el tiempo libre y el presupuesto disponible en producción que la planificación estratégica.
Eso sí, muy correctos siempre desde el Museo. Tuvieron el detalle de mandarme el cofre de vuelta junto a un tarjetón agradeciéndome el interés, que aún guardo como recuerdo. En el Thyssen por cierto donde también lo intenté no tuve ni la menor noticia de lo que pasó… Realmente llegué a mandar cinco cofres en total -el resto a empresas dedicadas a exposiciones museísticas- pero nada, cero llamadas y respuestas. Bueno una de ellas también me lo devolvió, pero de curro cero patatero. Puta crisis, tete… Eso sí, me hubiera encantado ver las caras y oír los comentarios entre el personal cuando hubieran estado abriendo el paquete al recibirlo.
Bueno vamos a ir acabando el artículo porque se nos está yendo de las manos y me está quedando mucho más largo de lo que creía. A ver quién es el que consigue leérselo entero.
Para acabar voy a poner las que para mí son mis pinturas favoritas. Ésas que cada vez que entro en el Museo del Prado tengo que ir a saludarlas y mostrarles mis respetos. En un principio tenía pensado hacerles fotos en vivo pero claro, no me acordaba que no estaba permitido tomar imágenes aunque éstas se hicieran sin flash -me parece acertadísima la decisión, más ahora con tanto idiota obsesionado con móviles y postureo- Eso sí, mis perdones a la institución, pero de una obra en concreto sí que tuve que hacer una foto para llevármela como recuerdo personal -lo siento mucho, no volverá a ocurrir-. Sin ninguna duda mi preferida de todas las que allí se encuentran… Os pongo los nombres de los cuadros y los enlaces a la web del museo con sus increíbles explicaciones.
La Anunciación de Fran Angelico
Escenas de la Historia de Nastaglio degli Onesti, Sandro Botticelli.
El Descendimiento de Van der Weyden. Este cuadro tiene un mensaje oculto bastante interesante. Un detalle que muestra como por el Siglo XV la relación entre María Magdalena y Jesucristo era mucho más estrecha de la que nos cuentan hoy en la Iglesia. Si os fijáis en la imagen detalle de ella, Magdalena lleva un cinto con la inscripción “IoususMaria” y además algo en el dedo anular de su mano derecha: ¡un anillo! Exacto, durante los últimos años de la Edad Media, Jesús y María Magdalena eran considerados marido y mujer…
El Triunfo de la Muerte de Pieter Bruegel el Viejo. Qué decir de este cuadro…
La Extracción de la Piedra de la Locura. Aunque El Bosco tiene otra pintura con el mismo tema a mí la que me gusta es esta versión de Jan Sanders van Hemessen.
El Cambista y su Mujer de Marinus van Reymerswaele. Este cuadro es curioso porque lo conocí gracias a una serie de cortinillas de La 2 en las que aparecían obras de arte donde se insertaba el logo de la cadena de televisión. Muy antiguo esto ya, hablo de cuando se llamaba La Segunda incluso. Estaban muy bien, me gustaban. El Lavatorio de Tintoretto es otro ejemplo de las utilizadas.
Las Edades y la Muerte de Hans Baldung Grien. Desgarrador verlo en directo con ese búho mirando fijamente…
Sagrada Familia, llamada La Perla de Rafael Sanzio. Bello. No hace falta decir más.
El Lavatorio de Tintoretto. Como decía más arriba empecé a fijarme en él por las cortinillas de La 2.
La Disputa con los doctores del Templo, Veronés.
Degollación de San Juan Bautista y Banquete de Herodes, Bartholomaus Strobel el Joven. Buuuffff un lienzo de más de nueve metros donde la niña de la vela no para de seguirte con la mirada… ¡Escalofríos!
Cabeza de Venado de Velázquez. Siempre me llamó la atención este cuadro por lo inusual. De hecho lo tenía de llaverito en las llaves del piso de Madrid. Con este damos comienzo a la escuela sevillana que tanto aportó a la corte española durante el Siglo de Oro.
El Sueño de Jacob, José de Ribera.
Sagrada Familia del Pajarito, Bartolomé Esteban Murillo. ¿Qué tiene esta pintura que envidiarle a la Sagrada Familia de la Perla de Rafael?
El Coliseo de Roma, Robert Hubert. Una pintura idealizada del Coliseo durante el post Renacimiento Italiano. Cuando todavía no se terminaba de valorar el patrimonio heredado pero aún las ruinas no habían sido completamente expoliadas. De mis favoritas. Esta obra es de las que van rotando, a veces está expuesta, a veces no. La última vez que me acerqué por el museo estaba en depósito.
Perspectiva de un Anfiteatro Romano, Viviano Codazzi. Majestuosa pintura que te encuentras al subir una de las escaleras interiores del Museo. Llama muchísimo la atención porque no esperas vértela en el sitio donde está. Para dedicar tiempo detenidamente a los detalles que contiene.
Hipómenes y Atalanta, Guido Reni. Los colores y la volatilidad de las telas son apoteósicos.
Banquete de Tereo, Rubens. Vaya escenita que se marca aquí el señor Rubens…
Saturno Devorando a un Hijo, Rubens. Puede que incluso más impactante que la archiconocida versión de Goya del mismo tema mitológico.
El Aquelarre o El Gran Cabrón, Francisco de Goya. Con ella empezamos las misteriosas obras pertenecientes a las Pinturas Negras de Goya. Tendría que ser la leche entrar al edificio de la Quinta del Sordo y verte esta serie de pinturas decorando las paredes de las estancias. Aterrador.
Dos Viejos Comiendo, Francisco de Goya. Para tener pesadillas. Recuerdo que esta pintura aparecía ilustrando algún capítulo de mi libro de Literatura de COU. Cuando lo vi en directo me quedé totalmente sin palabras. De los cuadros que más me han impactado en mi vida.
Perro Semihundido, Francisco de Goya. Como los dos anteriores, una pintura que no puede dejarte indiferente. Seguramente la más misteriosa y la que te provoca un mayor sentimiento de inestabilidad e incertidumbre de todas las que se encuentran expuestas en el Museo. Puedes quedarte minutos y minutos observándola que nunca sabrás qué es lo que está pasando. Inquietante.
Doña Isabel la Católica Dictando su Testamento, Eduardo Rosales Gallinas. Ésta es una de las obras más impresionantes del género histórico-pictórico que se cultivó en España durante el S. XIX. Apareció tomando como ejemplo la escuela francesa que recogió episodios históricos de gran trascendencia plasmándolos en gigantescos lienzos. Podéis ver los mejores ejemplos en el Louvre con las pinturas de Gericault, Delacroix y David. En España surgió el mismo tipo de corriente que también se dedicó a plasmar grandes sucesos de nuestra Historia como país. Las tres siguientes impresionan muchísimo verlas en vivo.
La Expulsión de los Judios de España (Año de 1492), Emilio Sala Francés. Prestad atención al gesto de Torquemada, defendiendo a ultranza la decisión tomada, en esta obra precursora de la técnica impresionista en nuestro país.
Fusilamiento de Torrijos y sus Compañeros en las Playas de Málaga, Antonio Gisbert Pérez. Impresionante la tensión, los gestos, las posturas, las actitudes ante la defensa convencida de unos ideales hasta el momento de la muerte. Si se os escapa una lágrima contemplando este cuadro no os preocupéis, no seréis los primeros…
Y por último, mi preferido. El cuadro que cada vez que voy más me hipnotiza, embauca y sorprende. Esa pintura que podría estar observando horas y horas sin cansarme. La gran obra maestra de Patinir y el tratamiento del paisaje. Esta vez os transcribo directamente la descripción que hace de esta maravilla el propio museo en su web.
El paso de la laguna Estigia
1520 – 1524. Óleo sobre tabla, 64 x 103 cm.
Esta pintura de Patinir destaca por su originalidad y su composición, distinta a la habitual, formada por planos paralelos escalonados. Favorecido por el formato apaisado de la tabla, el autor divide verticalmente el espacio en tres zonas, una a cada lado del ancho río, en el que Caronte navega en su barca con un alma.
Tomando como fuente de inspiración las representaciones anteriores del Paraíso o del Purgatorio del Bosco, decisivas en su proceso y creación final, Patinir reúne en una única composición imágenes bíblicas junto a otras del mundo grecorromano. El ángel situado en un promontorio, los otros dos, no lejos de éste, que acompañan a las almas, y algunos más, junto con otras almas minúsculas, al fondo, permiten conocer a la izquierda el Paraíso cristiano. Por el contrario, el Cancerbero parece identificar el Infierno representado a la derecha con Hades, asociándolo con la mitología griega, lo mismo que Caronte con su barca.
Patinir sitúa la escena en el momento en que Caronte ha llegado al lugar en que se abre un canal a cada lado de la Estigia, momento de la decisión final, cuando el alma a la que conduce tiene que optar por uno de los dos caminos. Debe conocer la diferencia entre el camino difícil, señalado por el ángel desde el promontorio, que lleva a la salvación, al Paraíso, y el fácil, con prados y árboles frutales a la orilla, que se estrecha al pasar la curvatura oculta por los árboles y conduce directamente a la condenación, al Infierno. El modo en que Patinir representa el alma, de estricto perfil, con el rostro y el cuerpo girado en dirección al camino fácil, que lleva a la perdición, confirma que ya ha hecho su elección y que esa es la vía que va a seguir.
A fines de la Edad Media existía toda una serie de metáforas para expresar esta idea, tanto bíblica como clásica. De todas ellas, Patinir parece haberse inspirado en el Evangelio de San Mateo. No hay duda de que refleja en esta obra el pesimismo de una época tan turbulenta como la que le tocó vivir, en plena Reforma protestante. Al llevar a cabo esta obra, Patinir la convierte en un memento mori, en un recordatorio, a quien la contemple, para que quede avisado de que es preciso prepararse para este momento e, imitando a Cristo, seguir el camino difícil, sin hacer caso de los falsos paraísos y tentaciones engañosas.
Se desconocen los motivos que tuvo el comitente para mandar hacer a Patinir una obra como ésta y tampoco se sabe el lugar para el que fue destinada, aunque más que un cuadro de altar parece una pintura de gabinete, propio de ambientes cercanos al humanismo. Al no tener un modelo previo, el pintor -sin duda ayudado por el cliente o su mentor- tomó como fuente de inspiración representaciones anteriores del Paraíso o infernales para el Purgatorio, particularmente las del Bosco, que fueron decisivas a lo largo del proceso creativo y en su consecución final. Con ayuda de los infrarrojos y los rayos X se comprueban los cambios realizados en su idea inicial. Si ya son notables en el Paraíso, con sus construcciones fantásticas evocadoras del Jardín de las Delicias del Bosco, que le otorgan en superficie una apariencia mucho más bosquiana que en el dibujo, en el Purgatorio son aún más importantes. Por el contrario, aquí su deuda con el Bosco es menor que en el dibujo subyacente. El demonio gigantesco visible desde la orilla se elimina, y el primer plano se convierte en un falso Paraíso, enfrentado a los arrecifes que dificultan la entrada al verdadero. De ese modo, el cuadro se equilibra y conceptualmente se expresa de forma mucho más convincente la idea del alma en la encrucijada. Y no sólo eso, cuando se contempla el cuadro en conjunto, una vez más, el paisaje es el que domina y los préstamos tomados del Bosco -o las evocaciones de su pintura- se reducen, al no multiplicar el pintor el número de demonios y condenados y empequeñecer su escala -como también la de los ángeles, los elegidos y los animales del Paraíso- hasta el punto de ser casi imperceptibles sobre el fondo.
Por lo que respecta a la autoría, tanto el dibujo como la forma de materializar el color abogan por que se trata de una obra autógrafa de Patinir, realizada sin colaboración, en la que Caronte muestra las características propias del pintor. En lo que concierne a la cronología, es difícil de precisar. Sin duda pertenece al periodo más tardío del pintor, unos años antes de su muerte, que seguramente ocurrió en 1524. Buscando ajustar más la fecha, podemos apuntar que las características que muestra el dibujo y la forma de trabajar la superficie, muy cuidada, abogan por que debió de realizarse al concluir el periodo medio de Patinir, con cuyas obras tardías tiene puntos en común, quizás hacia 1520, probablemente antes que el San Antonio del Prado y el Paisaje con san Cristóbal del Escorial (Texto extractado de Silva, P. en: Patinir. Estudios y catálogo crítico, Museo Nacional del Prado, 2007, pp. 150-163).
Fijaos si me apasiona esta pintura que hasta me la he llevado a casa. Pero guardadme el secreto, eh, que nadie se entere… ¡Pasad un buen día y disfrutad de vuestra visita al Museo del Prado!
Pues yo me lo he leído enterito y me ha parecido muy interesante. Creo que tengo que volver a hacer una visita al Padro. Lo veré con “otros” ojos.